El frío escocés calaba hasta los huesos, incluso en pleno verano. La niebla espesa se abrazaba al lago Ness como un sudario, ocultando sus secretos en un abrazo gélido. Angus, un joven fotógrafo aficionado, se encontraba en la orilla, su cámara colgando de su cuello como un amuleto contra el miedo. Había escuchado las historias, por supuesto. Susurros de una criatura colosal que habitaba las profundidades del lago, un monstruo prehistórico con un cuello largo y escamoso que emergía de las aguas como un espectro. Angus no creía en leyendas, pero la fascinación por lo desconocido lo había llevado hasta allí. El silencio era ensordecedor, solo roto por el canto melancólico de un cuervo solitario. Angus ajustó el trípode de su cámara y enfocó hacia la niebla, esperando capturar una imagen que desafiara la lógica. De repente, un escalofrío recorrió su espalda. Un sonido gutural, como un rugido ahogado, resonó desde las profundidades del lago. Angus se aferró a su cámara con manos tembloro
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