No sé cómo llegamos aquí. Solo recuerdo que íbamos en el coche con papá y mamá, y que de repente hubo un ruido muy fuerte y todo se volvió negro. Cuando desperté, estaba en esta cabaña, junto a mi hermanito Lucas. Él también estaba asustado y confundido. No había nadie más. Solo nosotros dos y el silencio del bosque.

La cabaña era pequeña y vieja. Tenía una chimenea, una mesa, dos sillas, una cama y una estantería con algunos libros. En la pared había un cuadro de un hombre con una sonrisa malvada y unos ojos que parecían seguirnos. Me daba mucho miedo. Lucas me dijo que quizás era el dueño de la cabaña, y que tal vez nos había secuestrado. Yo no quería creerlo, pero no se me ocurría otra explicación.

Intentamos salir de la cabaña, pero la puerta estaba cerrada con llave. También había una ventana, pero estaba demasiado alta y no podíamos alcanzarla. Buscamos algo con lo que romperla, pero no encontramos nada. Solo había un cuchillo en la mesa, pero era muy pequeño y no servía para nada. Además, tenía sangre seca en la hoja. Eso nos hizo pensar que el hombre del cuadro era un asesino, y que quizás había matado a nuestros padres.

Nos abrazamos y lloramos. No sabíamos qué hacer. Estábamos solos, atrapados y en peligro. No teníamos comida ni agua. No teníamos esperanza. Solo teníamos miedo.

Pasaron las horas y nadie vino a rescatarnos. La noche cayó y la cabaña se llenó de sombras. Oímos ruidos extraños en el bosque. Aullidos, gruñidos, crujidos. Lucas me dijo que eran lobos, osos, o quizás monstruos. Yo le dije que no, que eran solo animales, y que no nos harían daño si nos quedábamos quietos. Pero en el fondo, yo también lo dudaba.

Entonces, oímos un golpe en la puerta. Alguien estaba intentando entrar. Lucas y yo nos escondimos debajo de la cama. Esperamos que fuera la policía, o algún vecino, o alguien que nos ayudara. Pero no fue así. Lo que vimos fue el rostro del hombre del cuadro. Era él. Nos había encontrado.

Nos miró con una sonrisa malvada y unos ojos que parecían brillar en la oscuridad. Tenía el pelo largo y sucio, la barba descuidada y la ropa rasgada. En su mano llevaba un hacha. Nos dijo que éramos sus invitados, y que nos iba a dar la bienvenida. Que nos iba a hacer sufrir. Que nos iba a matar.

Lucas y yo gritamos. Intentamos escapar, pero fue inútil. El hombre nos agarró y nos arrastró hasta la mesa. Nos ató con unas cuerdas y nos puso el cuchillo en la garganta. Nos dijo que íbamos a ser su cena, y que antes de comernos, nos iba a contar su historia.

Nos dijo que él era un escritor, y que había venido a esta cabaña para inspirarse. Que había escrito muchas historias de terror, pero que ninguna le satisfacía. Que quería escribir la historia más terrorífica de todas, la que hiciera temblar al mundo. Que para eso, necesitaba experimentar el terror en carne propia. Que por eso, había empezado a matar gente. A viajeros, excursionistas, campistas. A cualquiera que se cruzara en su camino. Que los torturaba, los mutilaba, los desangraba. Que los hacía sufrir hasta el límite. Que luego, los comía. Que así, se alimentaba de su miedo. Que así, se inspiraba para escribir.

Nos dijo que nosotros éramos sus últimas víctimas. Que con nosotros, iba a terminar su obra maestra. Que iba a escribir la historia más terrorífica de todas. La historia de dos niños en una cabaña en el bosque. La historia de nosotros.

Nos dijo que ya tenía el título. Que se iba a llamar:

"La cabaña del escritor".


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