La llorona


Era una noche oscura y tormentosa. Yo estaba conduciendo por una carretera solitaria, cerca de un río. De repente, escuché un grito desgarrador que me heló la sangre. Era una voz de mujer que decía: "¡Ay, mis hijos!"

Me detuve en el arcén y bajé la ventanilla para ver si había alguien en apuros. No vi a nadie, solo el río que corría con fuerza. Pensé que tal vez era una broma de mal gusto o una alucinación. Decidí seguir mi camino, pero cuando iba a arrancar el coche, volví a escuchar el grito. Esta vez, más cerca y más angustiado.


Me asomé por la ventanilla y vi una figura blanca que flotaba sobre el agua. Era una mujer de cabello largo y negro, vestida con un camisón blanco. Tenía el rostro pálido y los ojos hundidos. Me miró fijamente y me dijo: "Tú los tienes. Dame a mis hijos."

Sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo. No sabía de qué hablaba. No tenía hijos. Quise arrancar el coche y escapar, pero el motor no respondía. La mujer se acercó más y más, hasta que la tuve frente a mí. Extendió sus brazos y me agarró por el cuello. Sentí su aliento frío y su voz que me susurraba al oído: "Eres tú. Eres el padre de mis hijos. Los mataste. Ahora te toca a ti."

Traté de zafarme de su agarre, pero era demasiado fuerte. Me arrastró hacia el río, mientras yo gritaba pidiendo ayuda. Nadie me escuchó. Nadie me salvó. Fui su víctima. Fui su venganza. Fui su llorona.

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