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Mostrando las entradas de febrero, 2024

Slenderman

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Cinco amigos, Ana, Bruno, Carlos, Daniela y Elena, decidieron ir a acampar al bosque, cerca de una vieja mansión abandonada. Habían oído rumores de que allí vivía un monstruo llamado Slenderman, pero no les creían. Pensaban que era solo una leyenda urbana, inventada por los adultos para asustarlos. Llegaron al lugar al atardecer y montaron su tienda de campaña. Encendieron una fogata y se pusieron a contar historias de miedo. Ana sacó una cámara de fotos y dijo que quería explorar la mansión. Los demás la siguieron, excepto Elena, que se quedó cuidando la tienda. Entraron en la mansión y se encontraron con un escenario de horror. Había sangre en las paredes, muebles rotos, y dibujos extraños de un hombre sin rostro. Ana empezó a tomar fotos, mientras los demás la seguían con nerviosismo. De repente, oyeron un ruido detrás de una puerta. Bruno se acercó y la abrió. Se quedó paralizado al ver lo que había dentro. Era Elena, colgada de un gancho, con los ojos vacíos y la boca
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Estaba conduciendo por la carretera 62, de regreso a casa después de visitar a mi hermana en Point Pleasant. Era una noche oscura y lluviosa, y apenas podía ver el camino. De repente, vi algo moverse en el cielo, sobre el puente de plata. Era una silueta enorme, con alas enormes y ojos rojos brillantes. Sentí un escalofrío en la espalda y aceleré el paso, tratando de alejarme de esa cosa. Pero era demasiado tarde. La criatura se lanzó sobre mi coche, golpeando el techo con sus garras. El coche se sacudió violentamente y perdí el control. El volante se me escapó de las manos y el coche se desvió hacia el borde del puente. Oí un crujido metálico y sentí que el coche caía al vacío. Grité con todas mis fuerzas, pero nadie me oyó. Lo último que vi fueron esos ojos rojos, mirándome fijamente, como si se burlaran de mi destino.
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Me llamo Carlos y soy un médico que trabaja en un hospital de la ciudad de México. Hace una semana, se desató una epidemia de un virus desconocido que convierte a las personas en muertos vivientes sedientos de sangre. Los zombies se multiplican rápidamente y atacan a todo lo que se mueve. El gobierno ha declarado el estado de emergencia y ha ordenado el aislamiento de la población. Pero es demasiado tarde. La ciudad está infestada y el caos reina por todas partes. Yo he logrado sobrevivir hasta ahora gracias a mi conocimiento y a mi instinto. He encontrado un refugio en el sótano del hospital, donde guardo algunos suministros y armas. Pero no puedo quedarme aquí para siempre. Tengo que buscar una salida, una forma de escapar de este infierno. Tal vez haya algún lugar seguro, algún grupo de supervivientes, alguna esperanza. Hoy he decidido arriesgarme y salir a explorar. He cogido una mochila, una linterna, un cuchillo y una pistola. He subido por las escaleras con cuidado,
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Me llamo Carlos y vivo en la ciudad de México con mi novia Sofía. Nos mudamos hace un mes a un departamento en el centro, cerca de la Alameda Central. El lugar nos pareció perfecto: amplio, luminoso, barato y bien ubicado. Lo único que nos extrañó fue que el dueño nos advirtió que no entráramos al sótano, que estaba cerrado con llave y que guardaba cosas personales. Un día, cuando Sofía estaba en el trabajo, decidí explorar el edificio. Me dio curiosidad el sótano y quise ver qué había allí. Busqué en el cajón del dueño y encontré una llave que parecía ser la del sótano. Bajé las escaleras y abrí la puerta con cuidado. Lo que vi me heló la sangre. El sótano era una especie de altar satánico, lleno de velas negras, símbolos extraños, libros de magia negra y restos de animales. En el centro había una mesa con una mancha de sangre y unas esposas. Sobre la mesa había una foto de Sofía y yo, con una cruz invertida dibujada encima. Al lado había una nota que decía: "Esta noche los sacri
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No sé cómo llegamos aquí. Solo recuerdo que íbamos en el coche con papá y mamá, y que de repente hubo un ruido muy fuerte y todo se volvió negro. Cuando desperté, estaba en esta cabaña, junto a mi hermanito Lucas. Él también estaba asustado y confundido. No había nadie más. Solo nosotros dos y el silencio del bosque. La cabaña era pequeña y vieja. Tenía una chimenea, una mesa, dos sillas, una cama y una estantería con algunos libros. En la pared había un cuadro de un hombre con una sonrisa malvada y unos ojos que parecían seguirnos. Me daba mucho miedo. Lucas me dijo que quizás era el dueño de la cabaña, y que tal vez nos había secuestrado. Yo no quería creerlo, pero no se me ocurría otra explicación. Intentamos salir de la cabaña, pero la puerta estaba cerrada con llave. También había una ventana, pero estaba demasiado alta y no podíamos alcanzarla. Buscamos algo con lo que romperla, pero no encontramos nada. Solo había un cuchillo en la mesa, pero era muy pequeño y no ser
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Nunca me gustó el cementerio de Guadalajara. Siempre me pareció un lugar lúgubre y siniestro, lleno de tumbas antiguas y descuidadas. Pero esa noche no tuve más remedio que pasar por ahí, pues era el único camino para llegar a mi casa después de salir del trabajo. Iba caminando con prisa, tratando de ignorar los ruidos y las sombras que me rodeaban. De pronto, vi algo que me llamó la atención: un árbol enorme y frondoso que se alzaba en medio del camposanto. Era el único árbol que había en todo el lugar, y tenía un aspecto extraño y amenazador. Sus ramas eran largas y retorcidas, y sus hojas eran de un color rojo sangre. Me pareció ver que algunas de ellas se movían, como si tuvieran vida propia. Sentí una curiosidad morbosa por acercarme a ese árbol, a pesar del miedo que me inspiraba. Tal vez fue una mala decisión, pero no pude resistirme. Me fui acercando poco a poco, hasta que estuve a unos metros de distancia. Entonces, noté algo que me heló la sangre: el árbol tenía una placa de

Nahual

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No sé cómo empezó todo, pero sé que estoy en peligro. Desde hace unas semanas, he notado que algo me sigue por las noches cuando regreso a casa. Al principio pensé que era solo mi imaginación, pero luego vi sus ojos rojos brillando en la oscuridad. Era una criatura enorme, con forma de lobo, pero con rasgos humanos. Un nahual, según la leyenda. No sé qué quiere de mí, pero sé que no es nada bueno. Cada vez se acerca más, y cada vez siento más su aliento fétido en mi nuca. He tratado de escapar, de cambiar de ruta, de pedir ayuda, pero nada funciona. Siempre me encuentra, siempre me acecha, siempre me aterra. Esta noche, creo que será la última. Estoy corriendo por las calles vacías, buscando un refugio, pero sé que es inútil. Lo escucho detrás de mí, gruñendo y aullando, cada vez más cerca. Siento que me alcanza, que me atrapa, que me muerde. Grito, pero nadie me escucha. Solo él, que se ríe con una voz humana.

El chupacabras

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No sé cómo empezar a contar lo que me pasó anoche. Estaba en mi rancho, cuidando de mis cabras, cuando escuché un ruido extraño en el corral. Pensé que sería algún coyote o algún ladrón, así que cogí mi escopeta y salí a ver qué pasaba. Lo que vi me heló la sangre. Era una criatura horrible, como un perro flaco y peludo, con unos ojos rojos que brillaban en la oscuridad. Tenía unas garras afiladas y unos colmillos que le salían de la boca. Estaba atacando a una de mis cabras, mordiéndole el cuello y chupándole la sangre. Le apunté con mi escopeta y le disparé, pero no le hice nada. La bala le rebotó en el cuerpo, como si tuviera una armadura. La bestia se dio cuenta de mi presencia y me miró con una mirada de odio. Soltó a la cabra y se lanzó hacia mí, gruñendo y babeando. No tuve tiempo de reaccionar. Me tiró al suelo y me clavó sus garras en el pecho. Sentí un dolor insoportable y un frío que me invadió el cuerpo. Traté de quitármelo de encima, pero era más fuerte que yo. Me mordió

La llorona

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Era una noche oscura y tormentosa. Yo estaba conduciendo por una carretera solitaria, cerca de un río. De repente, escuché un grito desgarrador que me heló la sangre. Era una voz de mujer que decía: "¡Ay, mis hijos!" Me detuve en el arcén y bajé la ventanilla para ver si había alguien en apuros. No vi a nadie, solo el río que corría con fuerza. Pensé que tal vez era una broma de mal gusto o una alucinación. Decidí seguir mi camino, pero cuando iba a arrancar el coche, volví a escuchar el grito. Esta vez, más cerca y más angustiado. Me asomé por la ventanilla y vi una figura blanca que flotaba sobre el agua. Era una mujer de cabello largo y negro, vestida con un camisón blanco. Tenía el rostro pálido y los ojos hundidos. Me miró fijamente y me dijo: "Tú los tienes. Dame a mis hijos." Sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo. No sabía de qué hablaba. No tenía hijos. Quise arrancar el coche y escapar, pero el motor no respondía. La mujer se acercó más y más, hast

Backrooms...

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 No sé cómo llegué aquí. Solo recuerdo que estaba caminando por el centro comercial, buscando una salida, cuando de repente me encontré en un pasillo sin fin de alfombras amarillas, paredes sucias y luces fluorescentes. No había nadie más, solo el zumbido de las luces y el olor a moho. Traté de volver por donde vine, pero no había puerta. Corrí por el pasillo, buscando una salida, pero solo encontré más pasillos iguales. Era como un laberinto sin sentido, sin principio ni fin. Me sentí atrapado, solo y asustado. No sé cuánto tiempo estuve ahí. Los días y las noches se mezclaban, sin sol ni luna. Solo tenía mi reloj, que marcaba las horas, los minutos y los segundos. Pero no sabía si era real o no. Tal vez el tiempo se había detenido, o se había acelerado. Tal vez estaba muerto, o en un sueño. Pero entonces, empecé a escuchar cosas. Voces, risas, llantos, gritos. Venían de detrás de las paredes, o de arriba, o de abajo. No podía entender lo que decían, pero sonaban como personas. Person